martes, 10 de enero de 2012

Estado, educación social y didáctica, en importancia, por ese orden.


Tradicionalmente se ha entendido didáctica dentro de un ámbito escolar, con el aprendizaje del alumnado, de modo, que la didáctica ha ido evolucionando a medida que se desarrollaba el mundo del colegio.
Pero, desde mi punto de vista, el término educativo se puede extrapolar, y de hecho se extrapola, a todos los ámbitos de la sociedad. Por esa razón, llevamos todo el curso hablando y desarrollando la idea de acciones e intervenciones socioeducativas.
Es decir, podemos decir que, la didáctica es una disciplina que estudia los procesos de enseñanza-aprendizaje que se producen en cualquier ámbito de comunicación intencional, ya sean escolares o extraescolares.
De este modo, empezamos a entender qué hace una asignatura como didáctica en un grado como educación social, que se va a desarrollar principalmente, fuera del contexto de educación escolar, pero siempre de la mano de procesos educativos. Podemos decir que un proceso educativo es todo aquello que conlleva una transformación en alguna capacidad de la persona a educar. Esta definición, observa el término enseñanza desde el punto de vista de la eficacia, o lo que es lo mismo, entendemos enseñanza siempre y cuando exista aprendizaje. Una comunicación que, para que exista, tiene que tener un canal común, para que receptor y emisor puedan entenderse.
Así, podemos decir, que la didáctica, dentro de la educación social, se encargará de orientar la acción educativa, que para nosotros es la base de nuestro trabajo, es el pilar fundamental de nuestros actos a la hora de intervenir.
Una didáctica sin educación social será como un ciego sin perro lazarillo, sin orientación en el mundo. En mi opinión sería una didáctica inútil, que no es capaz de solucionar los diferentes problemas educativos de los sujetos.
Si pensamos en una educación social libre e ideal, sin ataduras en ningún sistema político-social concreto, podríamos pensar que la didáctica nos da oportunidades de aprendizaje diferentes para cada entorno y para cada contexto. Desgraciadamente, tenemos que tener en cuenta que estamos atados a una serie de leyes, de ayudas y de políticas sociales que van a definir nuestra actuación, y que van a reglar nuestro trabajo de forma que la iniciativa propia y la originalidad quedan relegadas a la iniciativa y la originalidad de un señor sentado en un sillón de oficina y con una buena cartera ministerial de piel.
Así, y desde mi punto de vista, la alienación es total con respecto a los profesionales de la intervención educativa; nuestro libre albedrío queda eliminado y casi nos convertimos en espejos del estado, que marca dogmáticamente lo que tenemos y no tenemos que hacer. Prácticamente desechamos el término social para convertirnos en Educadores Políticos, en comerciales que buscamos vender por todos los medios lo “bueno que es el estado”. Ya que, al fin y al cabo, todo es mercado. Ya que, al fin y al cabo, todo es mercado. 



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